“Ennumera, ennumera todas las gracias que el Señor te ha dado”

En el 2005 se realizó el primer encuentro interprovincial de junioras en Bolivia, en la Provincia San Luis. Catorce años más tarde, hemos tenido la gracia de volver a vivir otro encuentro interprovincial en el mismo país, precisamente desde el 26 de diciembre de 2019 al 2 de enero de 2020. Diez junioras han participado en esta convivencia, tres de la Provincia San Luis; Hna Noelia Ledezma, Hna Leonarda Lima, la Hna Leonarda Poma (Bolivia) y la Hna Sheron Miranda (Uruguay); y ocho de la Provincia Nuestra Señora Aparecida: hna Uilma Santos,hna Viviane Aparecida, Hna Crislaine Belolli, Hna Leiliane Nunes, Hna Maria das Dores; Hna Tamiris Souza (Brasile). Las jóvenes hermanas estaban acompañadas por la Madre Provincial, Hna Matilda Sociu, y por la Maestra de Noviciado, Hna Rosángela Silva.
Estos días de convivencia estuvieron marcados por experiencias fuertes y ricas. Antes que nada destacamos la intensa acogida con verdadero espíritu de familia, que nos ha ayudado al intercambio en la comunión de espíritu y de corazón.
Sentimos fuerte la presencia del Espíritu que nos conducía a momentos de intimidad con Dios y que nos invitaba a contemplar a nuestro Dios encarnado en cada hermano. La diversidad nos ha encantado y hecho percibir la belleza de nuestro carisma, expresada en diversas costumbres, pero en comunión con los mismos valores que nos unen.
Al comienzo de la convivencia nos dedicamos a profundizar el ser “hermanas y condiscípulas en la escuela de Jesús”, manteniendo una formación continua del corazón, afinando nuestro ser a la presencia de Dios para que pueda llevarnos Él mismo donde quiere. En cada encuentro se proponían presentaciones y dinámicas creativas para facilitar el estudio de un tema específico de nuestra espiritualidad, que cada una de nosotras debía profundizar. Este año hemos aprendido de nuestras primeras madres a través del “Magisterio educativo” y Misión de las Enfermeras” según el espíritu de las Hermanas de la Providencia, algunas virtudes presentes: escucha y acogida, ardor apostólico, cuidado y ternura, disponibilidad; humildad, formación del corazón, espíritu de sacrificio, dedicación; orden y limpieza, humildad y encarnación; preparación del paciente para la muerte.
Este estudio nos ha enriquecido muchísimo, especialmente nos ha dado coraje para vivir estas virtudes hoy en nuestra misión. La riqueza del compartir se manifiesta en la experiencia de cada una, en el llamado a la santidad y a la conversión, en el compromiso de aprender lo que el Padre Fundador ha asumido, valores supremos y que como hijas suyas, queremos interiorizar siempre un poco más en nuestro actuar y en nuestros corazones.
Para nosotras, ha sido muy importante la “tarde de misión” en Villa Potosa, una región montañosa cerca de Cochabamba, allí fue posible contemplar la belleza de la diversidad cultural y de sus desafíos, y esto nos ha ayudado a darnos cuenta cuánto es importante nuestro carisma para la misión. Los encuentros vividos han reanimado en nosotros el deseo misionero, o sea, ser una presencia encarnada en la vida de nuestros hermanos pobres de bienes materiales, pero sobre todo, privados del Evangelio.
Con el corazón destrozado, hemos encontrado estos hermanos nuestros, que nos han acogido como si hubiera sido el Señor mismo que fue a visitarlos. Hemos compartido la Palabra de Dios y las oraciones que dan fuerza a la vida cristiana, en particular el compartir la vida de los familiares que nos han hecho conocer la realidad de la vida que viven. Esta misión ha sensibilizado el corazón de cada una de nosotras, confirmando en cierto modo la necesidad de estar siempre insertas en medio al pueblo sediento de Dios, amándolo y sirviéndolo como nos ha enseñado el P. Luis. Esta experiencia ha marcado profundamente la convivencia, porque ha sido un fuerte momento de espiritualidad y de oración, donde el Señor nos ha hecho saborear su presencia y también nos ha permitido tocarla con nuestras propias manos en la vida de estos hermanos.
Los momentos de compartir, de oración, de fraternidad, de misión, de estudio, de reflexión y de distracción han sido un fortalecimiento espiritual y humano de nuestra vida de consagración y de experiencia de interculturalidad entre nosotras, hermanas de la Providencia.
Agradecemos a Dios y a la Familia Religiosa por habernos concedido la gracia de vivir este momento de gran alegría y crecimiento, que nos han puesto en las condiciones de fortalecer los vínculos fraternos y el ardor misionero.
Sentimos que nos hemos enriquecido mutuamente y que hemos tenido la posibilidad de acoger al Señor que se ha encarnado en cada una de nuestras realidades. Le pedimos que nos conceda la gracia de la unidad y de la comunión, para que entre nosotras pueda ser siempre ese puente que nos une y nos hace un único cuerpo.
Expresamos nuestra inmensa gratitud por cuanto nos ha sido dado.



Modificado por última vez en Domingo, 19 Abril 2020 14:50
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