El ‘800 en el Friuli

El Padre Luis vivió en tiempo que no eran nada fáciles. El ‘800, también en el Friuli, fue una época de grandes turbulencias sociales y políticas y de grandes revoluciones socioculturales. Con la llegada de Napoleón llegaron también los vientos de la revolución, un espíritu iluminístico, un estilo de gobierno con fuertes acentos anticlericales e irreligiosos. Inclusive bajo el imperio austro-húngaro no fue fácil conservar la libertad de religión, que el josefinismo pretendía reglamentar y controlar. El analfabetismo tenía altos porcentajes, sobre todo en el sector femenino. El Padre Luis fue un precursor de la promoción de la mujer, dedicando todas sus energías a las niñas, a las jóvenes y, finalmente, a las Hermanas.

Otra muestra de la actualidad de su personalidad fue la constante preocupación por conservar la libertad y la autonomía de sus obras, sobre todo la libertad de educación, la autonomía del proyecto educativo para su Casa, contra las intenciones del gobierno austriaco primero y después del gobierno italiano que querían tenerlo bajo su control. Era mejor no recibir ningún reconocimiento antes que estar sometidos a tutelas extrañas. Era mejor renunciar inclusive jugosas subvenciones públicas antes que renunciar a la libertad de educación.

A favor de las Hermanas no cesaba de reivindicar la dignidad y defender lo que estaba ya hecho, pidiendo a diversas instituciones que reconocieran su valor.

Y cuando los diferentes regímenes que se iban sucediendo amordazaban a la Iglesia él no tenía miedo y se ponía abiertamente de parte del Obispo y del Papa.

No fue un santo aislado, sino que participó en todas la dificultades de la Iglesia local apoyando moralmente e inclusive financieramente las diversas iniciativas, a pesar de que él mismo y sus obras de caridad necesitaban lo mismo. Tenía una visión abierta y de futuro, tanto que, por ejemplo, fue uno de los más convencidos promotores de la prensa católica. Participó personalmente firmando muchas letras de cambio para apoyar el nacimiento de un diario católico en Udine, único en medio de otros cinco, liberales y abiertamente masones y anticlericales. Vivió en contacto con los mejores espíritus católicos del tiempo, tanto en el campo social como cultural.

Además de la comunión con su Iglesia, demostró prácticamente un espíritu misionero abierto que le permitió corresponder prontamente a las solicitudes de presencia de sus Hermanas en lugares cada vez más lejanos, primero en localidades friulanas, después en el Trentino, el Tirol y en Istria. Lo importante era ponerse la servicio de los pobres, que para él eran la encarnación viviente de Cristo.

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Espiritualidad del Padre Luis



La vida espiritual del Padre Luis era profunda y alimentada de simples y esenciales elementos. Su visión teológica hacía referencia a la teologñia de la kénosis, a la Encarnación de Hijo de Dios, a su humillación, a su inmolación en la cruz.

El Padre Luis buscaba todos los modos posibles para vivir en su vida esta verdad de fe. Practicó la humildad en sumo grado, dando ejemplo él primero, buscando en todo considerarse nada, deshaciéndose de todas sus propiedades, hasta de su ropa. Al final de su vida se puso bajo la guía espiritual de una de las Hermanas, a quien le pedía que le ayudara a vencer hasta la última resistencia, la que según él era la tentación más peligrosa: el orgullo espiritual de considerarse algo importante por el hecho de ser fundador.

Y quiso imitar a Jesús en la inmolación, dando toda su vida en favor del prójimo, sin retener absolutamente nada para sí, mortificándose continuamente hasta los límites del exceso.

Quería ser “una copia de Jesús”, tenía un gran amor por la humanidad del Hijo de Dios, sentía una incontenible sed de Dios que sólo podía saciarla en la Eucaristía.

No se resistía a fomentar rasgos interesantes de la religiosidad popular. Uno de ellos, entre otros, la práctica de la comunión de los Santos, su devoción a una serie impresionante de santos: desde la Santísima Virgen hasta San José, de San Luis a San Felipe Neri, de San Francisco a San Cayetano de Thiene, a las tres Marías del Evangelio.

Toda su vida ha sido como un Oratorio compartido con todos los santos, cuya presencia casi física advertía.

No dejó escritos de gran valor teológico, pero quedan algunos apuntes personales y, sobre todo, numerosas cartas que el santo escribió a sus Hermanas, para animarlas, para seguir su itinerario espiritual; en ellas ha vaciado toda la intensidad de su vida cristiana y sacerdotal; en ellas se puede percibir la esencia de su dinamismo apostólico.

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La muerte ejemplar de un santo

La muerte del Padre Luis fue ejemplar. Había pedido llegar a ser una copia de Cristo y su última enfermedad fue una especie de Calvario, hecho de sufrimientos físicos y morales, que él supo afrontar con un espíritu de total abandono en Dios.

Se había preparado con el “noviciado para el Cielo”, bajo la dirección de Sor Agustina a quien le había pedido que le echara en cara sus defectos y culpas además de imponerle penitencias duras y humillantes. Para lograr vencer su falta de sumisión, el santo se puso de rodillas, implorándole en virtud de la santa obediencia que fuera su maestra de noviciado: “Ayudémonos mutuamente a ser santos”, le decía para animarla.

La enfermedad y la muerte no lo hallaron sin preparación, aunque el médico luchó para convencerlo de que debía quedarse en la cama: Tenía demasiados “asuntos que despachar” y no había motivo para dar tanta importancia “a una enfermedad tan insignificante como ésta”, decía.

Se trataba de un pénfigo, una forma grave de dermatitis purulenta. Decía: “Así quiere nuestro Padre que está en los cielos que sean las cosas, y así también nosotros debemos tomarlas”.

Asimismo, en los momentos de mayor sufrimiento: “Bonum mihi, Domine, quia umiliasti me” (Te agradezco, Señor, porque me has humillado).

Las Madres superioras de las casas, por turno, se acercaron a su cabecera, que se convirtió en su última cátedra de santidad. A cada una, indefectiblemente, le daba su despedida más cariñosa: “A rivederci un Paradiso”. Despuésm una noche, se le aparecieron las santas Ana, , Marta y las tres santas (María Magdalena, María Cleofa y María Salomé): “Las he venerado siempre -le confesó a Madre Cecilia, ala General-, esta noche han venido a avisarme”.

Antes de morir quiso despedirse de todos, inclusive del albañil, el jardinero, el jornalero; los abrazó a todos. Al final su última profecía parea las Hermanas: “La Congregación sufrirá tribulaciones, pero después todo saldrá bien. Debo irme para el mayor bien de la comunidad”.

Era el 3 de abril de 1884, cuando ya avanzada la mañana, el Padre Luis se unía a la compañía de los santos en el Paraíso.

En su funeral participó una gran multitud de gente. Sus restos mortales, por su expresa voluntad fueron llevados a la casa de Orzano que él había comprado para la provisión de hortalizas y víveres para la casa de la Providencia de Udine. Era una casa-granja que él visitaba con frecuencia y que la consideraba como un oasis de paz donde final quería descansar.

El 23 de abril de 1952, la urna con sus restos fue trasladada a Udine, depositada en la iglesia de San Cayetano, en la Casa de la Providencia de Udine, que es la casa madre de las Hermanas de la Providencia.

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El santo del SIDA

La fama de su santidad se propagó rápidamente entre el pueblo.. No fueron solamente los creyentes los que honraron la muerte de un santo sino también entre los mismos anticlericales. Los cinco diarios no católicos de Udine, liberales, anticlericales y masones, reconocieron la excepcionalidad de su figura de cura. Un testimonio, entre muchos, copiado del diario “Il Friule”, decididamente “tragacuras”, escribió: “Parece imposible, pero esta vez el filántropo es un cura… es don Luis Scrosoppi, un valiente misionero de dios (así, con la “d” minúscula) que se mostró siempre listo para hacer el bien a su prójimo y se preocupó por la institución de varios institutos de beneficencia”. De inmediato comenzaron los agradecimientos, las curaciones físicas y morales atribuidas a su intercesión.

El proceso ordinario para el reconocimiento de su santidad se desarrolló desde 1932 hasta 1936.

Sus virtudes heroicas fueron reconocidas oficialmente por Paulo VI el 12 de junio de 1978.

Juan Pablo II lo proclamó solemnemente beato en la Plaza de San Pedro el 4 de octubre de 1981. El más reciente milagro, oficialmente reconocido por la Iglesia, necesario para la etapa de la canonización, se cumplió a favor de Meter Chungu Shitima, de Zambia. Siendo estudiante en el Oratorio de San Felipe en Sudáfrica, se enfermó de polineuritis periférica en los miembros inferiores y de síndrome caquéctico, es decir se trataba de SIDA en fase Terminal. Los mismos médicos que fuera llevado a su casa en Zambia para que muriese en familia. La comunidad del Oraotorio, los fieles de la parroquia y la misma familia comenzaron a pedir por la curación de Chungu por intercesión del Padre Luis, de quien Chungu era muy devoto. Una noche soñó con el Padre Luis quien le aseguró que tendría curación. Al día siguiente se levantó y comenzó a sentirse bien, como antes de caer enfermo. Ahora se encuentra él de nuevo en Sudáfrica ¡y es sacerdote!

Juan Pablo II reconoció oficialmente la santidad del Padre Luis en el Consistorio público del 23 de marzo de 2001. La solemne canonización tuvo lugar el 10 de junio de 2001 en la Plaza de San Pedro ante la presencia de miles de provenientes de su Friuli y de todas partes de Italia y del mundo, donde aún hoy, y siempre con el mismo celo por los pobres, trabajan sus amadísimas Hermanas.
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El milagro continúa

Efectivamente, las Hermanas de la Providencia continúan difundiendo su mensaje de total confianza en Dios y de un incondicional amor a los pobres, a los niños y a los adultos, enfermos, ancianos y a las familias pobres. En Italia, Brasil y Uruguay, en Togo, Costa de Marfil y Benin, en la India, Bolivia, Rumania, Moldavia, Myanmar y Tailandia.

Continúa la obra del Padre Luis en la humildad de un fidelísimo servicio diario de sus “fiutis” (hijitas), como le gustaba llamarlas en friulano a sus religiosas.

San Luis, más que nunca, está ahora vivo en el amor evangélico que impulsa a las Hermanas de la Providencia a traspasar las nuevas fronteras del sufrimiento de esta humanidad inquieta, a transmitir el testimonio más verdadero por la nueva evangelizaciòn, que para el santo friulano tenía un solo nombre y un único método: “Caridad, caridad, salvar las almas y salvarlas con la caridad”.

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Los pensamientos

AMOR DE DIOS

El Corazón de Jesús les dice continuamente: ¡Ámenme y hagan que los demás me amen”.

Tengan solamente a Dios en la mente y en el corazón, todos los días, de la mañana a la noche.

 Un alma amante de Jesús no se deja abatir ni vencer por ninguna dificultad, porque siempre el amor es fuerte como la muerte, combate con ella y no se deja vencer.

Hemos sido creados para transformarnos en Dios
Hemos sido creados para amar a Dios
Hemos sido creados para poseer a Dios

Dediquémonos a amar a Dios, porque si lo amamos ¡lo hemos de poseer!

Si nuestro fin es conocer a Dios ¿cómo no habría de ser también amarlo? Porque no es posible conocer la belleza y no amarla.

Dios nos ama. Dios está dispuesto a amarnos para siempre, aunque nosotros seamos indignos de su amor.

Vuestro corazón no es vuestro. Dios se lo está pidiendo.

El amor trae consigo todas las virtudes y no hace sentir las penas de la vida.

Que el salir del sol nos encuentre haciendo actos de amor a Dios y su ocaso nos halle estrechamente unidos a Él.

Para reparar el tiempo quje no hemos amado a Dios, aumentemos los actos de amor hacia Él.

 Dios no esperó nuestro amor, se adelantó a dárnoslo.

¿Queremos estar seguros del amor de Jesús? Elevemos la mirada y veámoslo colgado en la cruz.

Tratemos de enfervorizarnos en el amor del Señor teniendo siempre ante los ojos el Crucifijo.

Un alma que ama a Dios no desea otra cosa que sacrificarse por Él y toda pena para ella es un hogar..

 


AMOR HACIA EL PRÓJIMO

 

Caridad, caridad con todos; no olviden que ustedes son religiosas para practicar la caridad.


La caridad es la reina que se asienta sobre el trono de la humildad y todas las demás virtudes a su lado son como sus doncellas.

Hijas mías, devolvamos bien por mal. Así nos ha enselado Jesús, si queremos imitarlo.

Hijas mías, vuestros ojos y vuestros corazones deben ser sencillos, rectos, y tienen que nutrirse siempre de miel.

El primero de sus deberes es el de amar tiernamente a las enfermas, reconociendo en ellas a la persona llena de dolores de nuestro Salvador Jesucristo

Vuestra caridad debe ser una copia de la caridad que nos tiene nuestro Padre celestial.

No pretendan ser como las piedras de los hitos que muestras a los demás la ruta hacia ellas si están firmes en un solo lugar; por el contrario, esfuércense cada día por dar pasos hacia delante en las virtudes.

Haga todo y sólo por el Señor, sirviéndole con mucho esmero y humildemente en estos pobres enfermos.

Debes sentir gusto por servir a tu divino Esposo en la persona de estos enfermos y tendrás un paraíso anticipado.

Muy querida hija, mira siempre a estas jovencitas como confiadas a ti por su divino Esposo y considéralas como la pupila de sus ojos.

Que no nos importen tanto nuestras comodidades, más bien sacrifiquémonos voluntariamente para corresponder a nuestra santa vocación que es únicamente la gloria del Señor y la santificación de las almas.

Te dejo en los Sagrados Corazones de Jesús, María y José en los que con frecuencia queremos encontrarnos.


CONFIANZA EN LA DIVINA PROVIDENCIA


Abandónense En la Providencia con mucha fe.

Morir sí, pero ofender al Señor con la desconfianza ¡no, no y no!

Confianza en Dios y abandono total en Él que es nuestro Padre.

El Señor ayuda y jamás abandona al que confía en Él.

Adoremos las disposiciones del Señor y llegaremos a ser grandes santos.

Ten siempre ante los ojos a tu divino Esposo…

Te dejo bien unida a los Sagrados Corazones de nuestros Amores.

Que el Señor continúe bendiciéndote y te conceda la gracia de la santa perseverancia.

Siéntete alegre en el Señor y no tendrás ningún temor.

El Señor todo lo puede y, cuando quiere una cosa, nos da también los medios para lograrla.

Permanezcamos siempre unidos a nuestro buen Dios y nos sentiremos contentos en todo lugar y en todas nuestras ocupaciones,

Recibe todo9 de las manos del Señor, porque Él lo dispone todo de la mejor manera.

Que el Señor la bendiga y tú confía en Él que es la misma caridad.

Confiemos en el Señor y con la confianza, a imitación de nuestro santpo Padre Cayetano lo honraremos de la manera que a Él más le agrada.

En las grandes y muchas ocupaciones piense que no está sola sino que está con su divino Esposo.

SANTIDAD

Que en nosotros todo sea santo, de la mañana a la noche.

El Señor te quiere muchísimo, el Señor te quiere toda suya, te quiere santa.

La dejo en compañía de su Jesús.

Sólo tenemos un asunto que tratar cada día, y es nuestra santificación.

Tome las cosas como que vienen del Señor, por nuestra santificación.

Las virtudes no se pueden practicar si no se presentan las ocasiones para ejercitarlas.

Le recomiendo que esté en la presencia del Señor y que haga frecuentemente durante el día cualquier acto de amor hacia Él

Hijas mías, sean pequeñas, porque cuando uno más bajo está, Jesús se acerca con más cariño, Jesús se consuela. ¡Pequeñitas, pequeñitas, hijas mías!

Hijitas, busquen siempre el último lugar porque allí encontrarán a Jesús. Que sólo Él sea testigo de sus sacrificios.

Las cruces producen frutos maravillosos y es un verdadero honor estar crucificados con Jesús y por Jesús.

Que el Señor la bendiga y le conceda aquella felicidad que también en la tierra la hará gozar de un paraíso anticipado.

Su trato con todos debe ser humilde, dulce y respetuoso.

La humildad es el fundamento de la perfección cristiana.


LA VOLUNTAD DE DIOS

¡El pensamiento a Dios, el corazón a Dios, la mano para Dios!

Paraíso, paraíso… Solamente allá tendremos todo y amaremos por siempre al Señor.

Trata de caminar siempre en la presencia de tu divino Esposo y hacer todo lo que a Él le agrada.

Dejemos que el Señor actúe. ¡Abandonémonos totalmente a Él!

Oremos y resignémonos a todo lo que el Señor se digne disponer para nosotros.

Pongámonos como instrumentos en las manos de la divina Providencia y dejemos que haga de nosotros lo que más le plazca.

Entréguese a la divina voluntad como un cuerpo muerto, así hallará tranquilidad de espíritu y nada la perturbará.

Rece a fin de tener la luz necesaria para conocer la voluntad del Señor.

Que el Señor haga de mí lo que quiera. No pido otra cosa sino que fiat voluntas tua.

La prueba de que se ama a Dios es padecer por su amor.

El Señor permite todo por nuestro bien y quiere también que del mal consigamos el bien para mayor gloria suya.


PENSIAMENTOS VARIOS

Dándote la santa bendición te dejo en los Sagrados Corazones de Jesús, María y José.

Ten siempre la mirada dirigida a la Virgen y en su honor haz actos de perfecta conformidad con su divino Hijo.

Recurre con gran confianza a nuestra Mamá, la Virgen, en todas tus necesidades.

En tus necesidades espirituales ten siempre como tu Maestro a San José.

Siga confiando en San José, verá que no dejará de protegerla en todas sus necesidades.

Confíe en nuestra divina Madre y en nuestro querido padre San José.

Cada día te tendré presente en el Altar.

Mira al Santísimo Corazón de Jesús que, abierto, te invita a entrar en él; allí encontrarás luces y consuelos celestiales.

Veo que el Señor te quiere muchísimo dándote muchas ocasiones para atesorar para la vida eterna.

Gran humildad y caridad, gran mansedumbre en todo encuentro, y todo saldrá bien.

Que el buen Dios te conceda todo tipo de felicidad, ahora que estamos acercándonos a las fiestas de Navidad y Año Nuevo.

Estando ya cerca de las fiestas de Pascua, se las auguramos felices y llenas de los más selectos consuelos en el Señor.

La venida de Jesucristo es un testimonio del entrañable amor de Dios para con nosotros.

La venida del divino Redentor es una venida del Amor a nosotros, sus criaturas.

Te dejo en los Sagrados Corazones de Jesús, María y José, en los que queremos encontrarnos con frecuencia.

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