espiritualidad

Las raíces de la espiritualidad de las Hermanas de la Providencia brotan del Evangelio y se manifiesta en algunas actitudes que caracterizan la vida y la misión.

Jesús es el centro de su vida y es amado e imitado en la humildad y en la popbreza de su Encarnación en Belén, en la sencillez de una vida de trabajo en Nazareth, en la total inmolación de la cruz en la cima del Calvario, en el silencio de la Eucaristía.

Jesús dijo: “Todo lo que hayan hecho por uno de mis hermanos más pequeño, lo habéis hecho por mí; por eso las Hermanas son llamadas a dedicar la vida y a servir por amor a los humildes, a los pobres, a los que sufren. La práctica de la caridad cristiana exige una actitud de fe concreta. Exige totalidad en el amor y coherencia: “Antes que cualquiera otra cosa busquen el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”.

Esta es una invitación a trabajar con fe y alegría y a consumirse con valor por amor al prójimo, seguros de que Dios se ocupará de nuestras necesidades. Que guía el destino de todas las criaturas de la tierra. Es Él quien se preocupa de loos pajaritos que vuelan por el aire y viste a los lirios del campo”.

El Fundador pasaba largas horas en oración, de día y de noche. Confía al Señor cualquier pequeña semilla que lanza y espera confiadamente la acción de Dios.

Enseña a las Hermanas: “La Providencia de Dios es la única fuente de la existencia de este Instituto. Ustedes, en esta casa, tienen que considerarse como hijas de la Providencia, que es su Madre y cuida de ustedes en todo momento, ya sea de su buena salud como de sus enfermedades; abandónense siempre y totalmente en ella”.
De esta manera traza un estilo de vida sencilla y esencial y propone una actitud permanente de entrega confiada a la Providencia.
Un
actitud de abandono como lo hace “un niño en los brazos de su mamá, sin otro pensamiento que el de agradar solamente a Dios, inclusive hasta el sacrificio de la propia vida”.



San Cayetano de Thiene, el santo de la Providencia, se convierte así en el patrono a quien el Fundador y las Hermanas invocan con fe y siguen su ejemplo de absoluta confianza en Dios: él dio todos sus bienes y empleó toda su vida por los enfermos incurables y los pobres, confiando sólo en la Providencia.



Las Hermanas invocan también con frecuencia la intercesión de San José, a quien lo consideran el primer ecónomo de todas las casas de la Providencia y guía seguro en el camino hacia Dios.

La confidente más cercana que tienen todas las Hermanas es siempre María. A ella, nuestra tierna Madre, atenta para con sus hijos, las Hermanas buscan en ella ayuda en todas sus necesidades. La imitan en la vida de vide, de obediencia, de sencillez y de laboriosidad. A ella, Madre de la Providencia y humilde colaboradora en la obra de Dios, se confían con profunda y filial devoción.


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